Sólo llámenme obispo Gustavo

Share This
Imprimir Agrega tu Evento

NUNCA ME QUEDO sin amor porque el amor que tengo proviene
de Dios. Si muero mañana y sé que amé, moriré
feliz. Todo se trata del amor.

CUANDO EL PAPA JUAN PABLO II llamó en 2003 para invitarlo a convertirse en obispo auxiliar en Chicago, dice Gustavo, “Yo llamé para decir que no, pero la oficina en Roma ya había cerrado ese viernes”. Garcia-Siller oró todo el fin de semana, reflexionando sobre la petición. Ahora él dice: “Le pido a todos que me llamen obispo Gustavo.” Sus responsabilidades incluyen una zona de la arquidiócesis que comprende 81 parroquias con múltiples orígenes étnicos, incluyendo una gran población de hispanos, a quienes sirve de enlace con el arzobispo de Chicago, el cardenal Francis George.

Crecí en la ciudad de San Luis Potosí, en el centro de México. Soy el mayor de 15 hijos de una familia de clase media baja. Mis padres son también de familias numerosas, por lo que siempre estuve conectado a la familia y a la comunidad. Nuestra familia es muy unida; hasta el día de hoy siempre estamos llamándonos y celebrando algo.

Mi Primera Comunión, a los 6 años de edad, fue un momento clave en mi vida. Fue entonces, después de experimentar la Eucaristía, cuando por primera vez pensé en el sacerdocio. Esta inclinación se nutrió en casa. Mi madre era muy devota y comprometida con la justicia social, y nosotros solíamos involucrarnos en sus diferentes proyectos de ayuda a los pobres. Mi padre, un hombre amoroso y responsable, me inculcó carácter y sentido de compromiso.

En casa rezábamos a diario el rosario, y los niños estábamos a cargo de dirigirlo. A veces, cuando jugaba, yo recreaba la misa –después de todo, con mi gran familia ya contaba con asistentes. Pero como yo iba a misa todos los días, no necesitaba recrearla con frecuencia. Unas de mis tías se convirtió en monja y un tío se hizo sacerdote, así que adquirí el hábito de asistir a la misa de las 6 a.m. con él. Con el tiempo, una de mis hermanas se unió a la vida religiosa y un hermano se convirtió en sacerdote diocesano.

Descubriendo el amor
La idea de que algún día yo sería sacerdote estuvo siempre en mi mente. Cuando tenía 13 o 14 años, sin embargo, conocí a una chica en particular que me gustó. Salimos de una manera un tanto formal. Ella estaba comprometida con su fe y con frecuencia íbamos a los barrios a servir con los grupos de la iglesia. Decidimos que si nuestro amor mutuo no continuaba creciendo romperíamos porque eso significaría que no estábamos destinados a casarnos. Cuando ese momento finalmente llegó fue muy doloroso para ambos. En la actualidad ella es esposa de mi primo, y continuamos siendo amigos.

Todavía estoy creciendo en el amor, pero ahora lo hago como un hombre célibe. Sé que pude haberme casado con mi novia y probablemente habría sido un buen esposo y padre. Pero esta es mi vocación; no es una carrera, sino mi manera de vivir. Yo aprecio el valor del celibato, que seguir a Jesús –quien también fue un hombre célibe– me permite ser un mentor para los demás, amarlos de una manera que es diferente del amor conyugal en una forma profunda y universal.

Esa es la cuestión de todo esto: el amor. Y la fuente no soy yo mismo. Nunca me quedo sin amor porque el amor que tengo proviene de Dios, y su amor es eterno. Si muero mañana y sé que amé, podré morir en paz. Todo se trata del amor.

Cuando pienso en mi vida como sacerdote y obispo –y ha sido en verdad una vida muy feliz- siempre me remito a una frase de mi comunidad religiosa, la comunidad mexicana de los Misioneros del Espíritu Santo: Perteneciendo todos a Dios y perteneciendo a todas las personas. Eso dice mucho sobre la vocación para ser sacerdote, hermano o hermana.

Eligiendo un camino
En el pasado, cuando me encontraba en un momento decisivo de mi vida, un sacerdote me dijo, “Si quieres ser un sacerdote, ¿en dónde vas a estudiar?” Yo ignoraba que se pudiera elegir –pensaba que todos iban al mismo lugar. Él dijo, “Yo soy un misionero del Espíritu Santo, ¿por qué no vienes a conocer nuestro lugar?” Y me invitó a jugar futbol con su comunidad (siempre he disfrutado jugar futbol). En ese entonces ni siquiera sabía que había diferentes clases de sacerdotes –religiosos y diocesanos. Pero cuando fui, me reuní con ellos, y cuando posteriormente conocí a la comunidad, decidí entrar al noviciado. Lo que atrapó mi atención fue su forma de vida. Yo no tenía mucha idea sobre el significado de la vida religiosa –simplemente me gustó la manera en la que vivían, trabajaban y oraban juntos. Eran un grupo feliz y comprometido.

 
""   
EL OBISPO GUSTAVO GARCIA-SILLER con chicos de las clases de confirmación 2005 del St. Mary’s and Sheil Catholic Center, en Evanston, Illinois. A la gente joven que piensa sobre una vocación religiosa, él les dice, “Mi mensaje clave es este: sean buenos en lo que son ahora".

La oración como punto central

No me resulta difícil rezar. Todo el entrenamiento y las experiencias que he tenido me ayudan a rezar hoy a pesar de un horario apretado. Nunca me dijeron, “Tienes que rezar tantas horas al día”. Desde temprana edad conecté la fe con la acción. La fe es asimilada a través de la acción. Cuando la gente quiere que yo haga otro taller o retiro para adultos jóvenes que están considerando la vida religiosa, a veces respondo que eso por sí solo no va a funcionar. ¿Por qué no hacer que los adultos jóvenes lleven ropa a una familia que acabe de mudarse al vecindario desde México? Si queremos conocer el amor de Dios, debemos mostrar el amor de Dios en acción.

Al mismo tiempo, si yo no tengo la experiencia de Dios en mí, no la puedo compartir con nadie más. Yo paso en oración una hora cada mañana y una hora y media cada noche. Me gusta rezar en la capilla frente al Santísimo Sacramento. Necesito estar familiarizado con el Señor. No puedo vivir sin él. Necesito ese tiempo para permitir que Jesús me muestre cómo ser su amigo.

Siéntete cómodo con quien tú eres
Si eres una persona joven buscando su vocación religiosa, mi mensaje clave es este: sé bueno en lo que eres. Sin importar cuál sea tu lenguaje o tu cultura, si no eres capaz de ser bueno en lo que eres en este momento, no serás capaz de ser bueno en lo que sea que Dios te esté llamando a ser en el futuro. Abraza tu lenguaje, tu cultura, aprende sobre tus valores, tus limitaciones, tu historia colectiva. De otra manera, te sentirás incompleto. Esto es especialmente cierto para los hispanos de primera y segunda generación, así como para otros inmigrantes en los Estados Unidos. Muy a menudo ellos viven entre dos mundos.

Yo también soy un inmigrante. Soy un ciudadano norteamericano. Soy mexicano. Me costó un gran esfuerzo vivir aquí cuando vine a estudiar en un seminario en Los Angeles. De hecho todavía el idioma me requiere un gran esfuerzo. Aún estoy aprendiendo inglés, y lo estudio una vez a la semana.

Mi otro consejo para adultos jóvenes es preguntar –mientras más directamente mejor. Algunas veces los jóvenes hispanos no se sienten bienvenidos y aceptados en la iglesia norteamericana, pero quiero que ellos se conecten y se sientan valorados. Muchos jóvenes hispanos se han planteado la posibilidad de ser líderes espirituales. Ellos y otros tiene preguntas; deben hacer esas preguntas. Posiblemente se pregunten ¿Puedo ser un sacerdote aunque no tenga mis documentos?, y yo les diré, “Vamos a encontrar un seminario o noviciado en México, entonces; yo no sé si tienes vocación religiosa, pero Dios te está llamando para algo. Averigüemos para qué. Tal vez eres divorciado; tal vez tienes una historia que involucra drogas o la cárcel.” Esta es la realidad para algunos mexicanos de bajos ingresos.

Yo quiero escuchar esas preguntas. La iglesia quiere escuchar esas preguntas. Si algo está impidiendo que busques tu vocación y tienes preguntas sobre eso, esas son buenas preguntas; hagamos esas preguntas y examinemos las respuestas juntos.

Discierne si la vida religiosa o si el sacerdocio es para lo que te está llamando Dios. El discernimiento no es solamente otra palabra para tomar una decisión. El discernimiento es el proceso de profundizar en tu vida, y esto ocurre en acción concreta y oración. Permite que alguien te acompañe en tu viaje. Permite que alguien atestigüe tu llamado.

La semana pasada tuve una cena con 17 personas que están considerando la vida religiosa o el sacerdocio. Creo que pudieron ver la felicidad que he encontrado en esta vida. Hay tanta riqueza en conocer a Dios y dar tu vida a la comunidad –no solamente “Dios y yo”, sino Dios trabajando en mí por el bien de la comunidad. ¿Por qué no darle tu vida?

Busca a la Virgen
Finalmente, quiero llamar la atención hacia la Virgen de Guadalupe, que es tan importante para nosotros. Ella representa lo que nosotros, los mexicano-americanos, anhelamos como cultura. La vivencia de Juan Diego es nuestra vivencia. María abre caminos hacia el Dios verdadero. Ella posibilita más formas de estar en la iglesia y de promover la dignidad humana. La conexión con la Virgen de Guadalupe es muy sana, especialmente para los hispanos. Yo animo a los adultos jóvenes latinos que están considerando el sacerdocio o la vida religiosa a que nutran esa conexión con la Virgen de Guadalupe. Rezar, comunidad, la Virgen de Guadalupe –esos son los cimientos para seguir a Jesús.

Carol Schuck Scheiber es una editora de VISION.

Comentarios

Patrocinadores
Patrocinadores

SOCIAL

Síguenos

CALENDARIO

Haz clic en una fecha del siguiente calendario para ver los eventos vocacionales que se realizarán ese día.