El amor y el sexo son simplemente divinos

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Happy young couple embracing

La iglesia no ve las relaciones sexuales como una forma de entretenimiento, una declaración de moda, o un picor para rascarse casualmente.


Puede parecer contrario a la intuición de una monja escribir sobre el amor y el sexo. Desde luego, no pretendo ser una experta. Pero cualquiera que haya tratado de vivir la vida célibe con integridad durante la mayor parte de su vida adulta ha tenido que enfrentar la realidad de sus propias luchas por la madurez sexual. Se ha enfrentado a los retos de comprender la interfaz entre el deseo, el amor, la necesidad de intimidad y la actitud para el cuerpo humano engendrado por la cultura en la que vivimos. Para ayudarnos con estos desafíos está nuestro conocimiento de la posición de la Iglesia católica sobre el amor y el sexo, que es algo que también podemos ofrecer a los demás.

Allá afuera, entre las suposiciones generalizadas del público, está la idea de que la iglesia cree que el sexo es malo y ve la sexualidad como un problema más que como un regalo. Esto no podría estar más equivocado. En todo caso, la iglesia toma al sexo mucho más en serio de lo que los medios de comunicación o la cultura popular lo hacen. La iglesia no ver las relaciones sexuales como una forma de entretenimiento, una declaración de moda, o un picor para rascarse casualmente. La iglesia sólo ve la sexualidad en el contexto de las relaciones humanas y divinas, y en ese sentido afirma una visión muy positiva sobre el sexo.

El Catecismo de la Iglesia Católica dice: "La sexualidad es una fuente de alegría y placer", y en el Gaudium et spes del Vaticano II, la iglesia declaró: "Los actos con los que los esposos se unen íntima y castamente entre sí son honestos y dignos, y, ejecutados de manera verdaderamente humana, significan y favorecen el don recíproco, con el que se enriquecen mutuamente en un clima de gozosa gratitud".

Contra lo que la Iglesia nos advierte es a no actuar por impulsos sexuales que nos hacen pensar acerca de los cuerpos –el nuestro o el de otros- en una forma desconectada e instrumental. Si sólo nos centramos en partes aisladas del cuerpo humano como productoras de sentimientos y satisfacción, es como si no hubiera una persona completa involucrada. Aquí es donde radica la diferencia entre el amor y la lujuria.

San Agustín podría ser llamado el santo patrón del deseo. Él fue quien, después de todo, oró: "Señor, dame castidad, pero no todavía". Algunos lo han acusado de pregonar una versión miserable de sexo-odio del cristianismo, pero en un famoso sermón también dijo, "toda la vida de un buen cristiano es santo deseo. Lo que deseas no se puede ver todavía. Pero el deseo te da la capacidad, de modo que cuando sucede lo que ves, puedes realizarte... esta es nuestra vida, ejercida por el deseo".

Agustín ve todo verdadero deseo como arraigado en Dios, que es la fuente de toda nuestra capacidad humana de amar y el objetivo final de todo nuestro amor. Él ve cualquier tipo de deseo vicioso como un olvido tóxico y autodestructivo de nuestro auténtico objetivo y propósito, que es reflejar, en la forma en que nos amamos a nosotros mismos y a los demás, la forma en que Dios nos ama.

Nos desviamos de lo que es mejor al percibir y tratar cosas menores como mercancías, como productos que hay que codiciar, poseer y explotar únicamente por gratificación. Cuando tomamos las cosas fuera de su contexto adecuado, se convierten en destructivas. Un contexto adecuado aquí significa que nuestro deseo sexual permanece vinculado al amor genuino y la intimidad. El amor de Dios no se opone a eros (amor sexual), sino que lo incluye.

Podemos compartir en este amor dando y tomando a la vez. La búsqueda de la satisfacción sexual sólo por sí misma es solamente tomar. En este sentido, la lujuria se opone al amor, incluido el amor erótico. En sí mismo, eros es un regalo de Dios para nosotros. Codiciado más allá de las satisfacciones de la intimidad, amputado de su objetivo original, se vuelve estéril y sin sentido.

Sí a una pasión por la vida

Una ilustración brillante de esto se puede encontrar en la película británica de 2011 Vergüenza, donde el personaje principal, Brandon, es un adicto al sexo profundamente infeliz. Lo que nos llega con mayor fuerza en esta sombría, poderosa película es la tristeza y la banalidad de una vida esclava de la lujuria. La interminable repetición y variación del acto sexual no le proporcionar realización. La auténtica intimidad, la alegría y el riesgo del mutuo entregar y recibir le hacen falta.

En los Ejercicios Espirituales, San Ignacio tiene algunas cosas que decir sobre el deseo. Como Ignacio lo ve, el amor conduce a una pasión por la vida, a un deleitarse y gustar de los dones y gracias de Dios (que incluirían nuestra sexualidad y nuestra capacidad para la intimidad) en la que nos regocijamos por completo. Ignacio animó a la gente a vivir la vida con pasión y parte de cada ejercicio es pedirle a Dios por lo que deseamos. Nuestro problema, a su juicio, no es que tengamos demasiados deseos, sino que tenemos muy pocos, o al menos que a menudo vivimos en un bajo nivel de deseos que no es totalmente humano.

El voto religioso de la castidad no se trata de suprimir el deseo en nuestra vida, sino de su canalización hacia la fuente y fin de todo deseo humano —Dios. Para algunas personas esta profunda conexión con nuestro ser deseoso los llevará a enamorarse de alguien y querer una relación comprometida e íntima con ellos, y esa es una vocación santa y dada por Dios. Para otros Dios será el comienzo y el final de sus deseos más profundos. En este sentido, lo que la vida religiosa requiere de nosotros es ser personas de pasión.

El amor es más grande que el sexo

Las discusiones sobre el amor a menudo son monopolizadas por un enfoque en el amor sexual. Si bien esto es comprensible, no es la historia completa. El amor sexual es una dimensión, una expresión, del amor que está destinado a ser el centro de nuestras vidas. La clave para una vida exitosa es amar a Dios a través de las personas amantes.

Cuando alguien me dice que están considerando convertirse en religioso, pienso: ¿tiene experiencia en el amor y en relaciones estables? ¿Está abierto a las relaciones amorosas y comprometidas con todo tipo de personas, incluyendo a los necesitados? Es necesario tener un corazón muy grande para ser una religiosa.

La verdad es que necesitamos un corazón grande para ser un cristiano de cualquier clase. Nos relacionamos auténticamente con Dios sólo en la medida en esta relación fructifica en el amor con "el otro". Amar a Dios lleva en sí imperativos morales.

Tanto San Ignacio como San Francisco de Asís pasaron gran parte de su joven vida fantaseando con el amor romántico. Santa Teresa de Lisieux fue educada para ser consentida y caprichosa. Para cada uno de ellos, enamorarse de Dios significó ser puesto en libertad para amar de una manera más profunda y más amplia de la que nunca habían soñado.

La fidelidad a largo plazo

Las personas anhelan la intimidad. Es parte del ser humano. He conocido a mucha gente desesperadamente sola que no están buscando parejas sexuales; tienen relaciones sexuales, pero no tienen la cercanía de la amistad o intimidad real. Una forma de honrar nuestra necesidad de intimidad es tratar todas nuestras relaciones por igual, románticas o no románticas, como si fueran a largo plazo. Vivir en una comunidad religiosa me ha enseñado el valor inmenso de ser fiel a las amistades, incluidas aquellas en las que he tenido que trabajar duro. Conocer a alguien desde hace muchos años, servirle a diario en pequeñas maneras, y sostener su mano cuando se está muriendo, eso es verdadera intimidad.

No tenemos una fuente de energía para el sexo y una totalmente independiente para la vida espiritual. Nuestra capacidad para amar es lo que impulsa todos nuestros anhelos más profundos. Como escribió el jesuita Pedro Arrupe, "No hay nada más práctico que encontrar a Dios, que enamorarse de una manera absoluta, definitiva. De lo que te enamoras, lo que se apodera de tu imaginación, afectará todo. Decidirá qué te hará saltar de la cama por la mañana, lo que haces con tus tardes, cómo pasas tus fines de semana, lo que lees, a quienes conocerás, lo que rompe tu corazón, y lo que te sorprende con alegría y gratitud. Enamórate, permanece en el amor, y eso lo decidirá todo".

Artículo relacionado: vocationnetwork.org, ¿Es importante la castidad?, Vision 2009.

Sister Gemma Simmonds
La hermana Gemma Simmonds, C.J. es una hermana de la Congregación de Jesús. Ella está en la facultad del England's Heythrop College donde también es directora de su Instituto de Vida Religiosa.

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