La cautivante gracia de Nuestra Señora de Guadalupe

La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe es inmensamente popular. Aquí aparece en mosaicos. (Lars Hammar, Flickr)

Entre los muchos tipos de tradiciones de oración dentro de nuestra fe está la devoción a Nuestra Señora de Guadalupe. El autor Octavio Paz escribió en tono irónico: “El pueblo mexicano, después de más de dos siglos de experimentos, tiene fe solamente en la Virgen de Guadalupe y la Lotería Nacional.” La clase de fervor que describe está presente en muchos lugares en la iglesia. María es la santa a quien “encomendarse” para tanta gente.

La devoción ferviente a Nuestra Señora de Guadalupe tiene una larga y creciente historia de enriquecimiento de la fe. En 1961 el Papa Juan XXIII invocó a Nuestra Señora de Guadalupe como “Madre de las Américas,” refiriéndose a ella como “Madre y Maestra de la Fe de Todos los Pueblos de América.” Y el Papa Francisco visitó el santuario donde la Virgen María, solo 40 años después de la llegada de Colón, se apareció a un joven convertido al cristianismo llamado Juan Diego.

Uno de los postulados centrales de la devoción a Nuestra Señora de Guadalupe es rezar a María por su intercesión. María es nuestra mediadora, nuestra defensora, nuestra madre. Ella es, según un seminarista hispánico, “como la mamá de todos nosotros.”

Muchos católicos hacen pere-grinaciones a la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México y a otras iglesias en todo el mundo para honrar a Nuestra Señora. Algunos caminan durante días para ir al santuario nacional para el día de la fiesta del 12 de diciembre, algunas personas caminando sobre sus rodillas en agradecimiento por favores otorgados mediante la intercesión de María. Siempre que llega el sufrimiento, Nuestra Señora está allí, escuchando nuestras oraciones. Así lo creen sus fieles. Ellos se hacen eco de las letras de los Beatles: “Cuando me encuentro en momentos de dificultad, María, la Madre, viene a mí, diciendo palabras sabias, déjalo ser.”

Podemos, también nosotros, creer en las palabras de María al joven nativo mexicano: “¿Acaso no estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y protección?” Con la Virgen apareciendo no como una madona europea, sino como una hermosa princesa azteca hablándole a Juan Diego en su propio idioma, María se volvió real. Así es que los cristianos en todas partes pueden reclamar a María como nuestra Madre, alguien que habla nuestro idioma y va a interceder por nosotros.

Esta es una preciosa y potente oración que surge de esta devoción de larga data:

Nuestra Señora de Guadalupe, rosa mística, intercede por la iglesia, protege al Santo Padre, ayuda a todos los que te invocan en sus necesidades. Dado que es la siempre virgen María y madre del verdadero Dios, obtén para nosotros de tu más sagrado hijo la gracia de una fe firme y esperanza cierta en medio de la amargura de la vida, y también un amor ardiente y el precioso don de la perseverancia final. ¡Amén! 

Adaptado de “Pray all ways: three ways to begin,” (Orar de todas formas: tres maneras de empezar) de Linus Mundy, que apareció originalmente en VISIÓN 2009.