Los cuatro estilos principales de vida religiosa

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A Franciscan friar helps prepare a meal for the needy.

Un fraile franciscano ayuda a preparar una comida para los necesitados. El servicio a los demás es una característica de las comunidades religiosas apostólicas, como también de las comunidades que son híbridas e incluyen un elemento apostólico. (Iglesia Católica de Inglaterra y Gales, Flickr)


LA VIDA CONSAGRADA consiste en revelar el cuidado del amor y la misericordia de Dios en toda clase de lugares y circunstancias. La variedad de comunidades religiosas expresa diferentes dimensiones del amor de Dios por las personas. Ellas reflejan las diversas formas en que los dones del Espíritu Santo se han derramado a lo largo de los siglos, ya sea en la contemplación silenciosa o proclamando el evangelio a las personas en los márgenes de la sociedad. Como dice el documento de la Iglesia Lumen Gentium (Luz de las Naciones), “por su fidelidad inquebrantable y humilde en su consagración elegida, [los religiosos] prestan generosos servicios de todo tipo.”

En medio de esta variedad, existen cuatro tipos básicos de comunidades religiosas: monásticas, contemplativas de clausura, apostólicas y misioneras. Los diferentes tipos de comunidades religiosas surgen de una rica historia de vida consagrada que se remonta a los primeros tiempos de la Iglesia.

La vida monástica

Dentro de la Iglesia primitiva había quienes vivían una vida contracultural de oración y comunidad en el desierto o fuera de una ciudad. Estas agrupaciones fueron el origen de lo que hoy se conoce como vida religiosa monástica. Los miembros de los institutos monásticos se llaman monjes y monjas. Llevan una vida contemplativa en que la oración y la vida en común son fundamentales, y realizan un trabajo o ministerio que se adapta a su forma de vida. Pueden estar recluidos o ser libres para ejercer su ministerio fuera del monasterio, pero viven “en estabilidad” (para usar su lenguaje) a una comunidad monástica particular. Dentro de esta comunidad, observan tiempos regulares de oración comunitaria a lo largo del día, basados en los salmos y las oraciones que componen la práctica de oración de la Iglesia, llamada Oficio Divino, desde hace mucho tiempo. Aunque no todos los monjes son Benedictinos, la mayoría sigue alguna forma de la Regla de San Benito, un texto escrito en el año 529 que describe las virtudes monásticas, como la obediencia y la humildad, y establece una pauta para la vida diaria.

Algunos ejemplos de comunidades monásticas son los Benedictinos, los Agustinos, los Norbertinos, las Monjas de la Visitación y los Brigidinos.

el Hermano Benedict Dyar, O.S.B., de la Abadía de San Bernardo en Cullman, Alabama, se “reviste”, o se pone las vestiduras, para rezar el Oficio Divino.
El Hermano Benedict Dyar, O.S.B., de la Abadía de San Bernardo en Cullman, Alabama, se “reviste”, o se pone las vestiduras, para rezar el Oficio Divino. Como monjes Benedictinos, su comunidad organiza su ministerio educativo en torno al ritmo diario del Oficio Divino, una serie de oraciones a lo largo del día. (Cortesía de la Abadía de San Bernardo)

La vida contemplativa enclaustrada

Esta forma de vida es una variante de la forma monástica. Las comunidades de clausura mantienen la práctica de retirarse del “mundo” y del ministerio exterior para llevar una vida enteramente dedicada a la contemplación. Los miembros rara vez salen de la residencia de sus monasterios. Así es como lo describe un documento de la Iglesia de 1999 sobre la vida contemplativa, Verbi Sponsa: “De manera específica y radical, los contemplativos de clausura se asemejan a Cristo Jesús en la oración en la montaña y a su Misterio Pascual, que es la muerte para la resurrección... Su vida es un recordatorio para todo el pueblo cristiano de la vocación fundamental de todos de acercarse a Dios.” Las monjas y los monjes contemplativos dedican períodos del día al silencio, la soledad, la Misa y el Oficio Divino. La mayoría también se dedica a trabajos in situ para mantenerse, como el cultivo de alimentos y la elaboración de panes de altar.

Ejemplos de monjes contemplativos de clausura son las Carmelitas Descalzas, las Clarisas, los Cistercienses, los Trapenses y varias comunidades de sacerdotes y monjas Benedictinos y Dominicos.

La vida apostólica

Un tercer grupo importante de vida consagrada son las congregaciones religiosas apostólicas, que se desarrollaron más tarde que los dos primeros grupos y comprenden la mayoría de los institutos religiosos. Los grupos apostólicos se centran en el ministerio exterior. Suelen ejercer la caridad tal y como se expresa en Mateo 25: dar de comer a los hambrientos, visitar a los enfermos y a los presos, acoger a los sin techo, enterrar a los muertos y vestir a los desnudos. La naturaleza de las comunidades religiosas apostólicas es el amor y el servicio en nombre de la Iglesia. Los dones, o carismas, que poseen estos religiosos difieren según las gracias que se le asignan a cada uno. Los administradores tienen el don de liderazgo, los profesores pueden impartir nuevos conocimientos, los predicadores tienen el don de la palabra movilizante, etc...

Para los miembros de estos institutos religiosos, el ministerio surge de una íntima unión con Dios, alimentada en la comunidad y la oración. Este amor se transmite a quienes sirven.

Algunos ejemplos de comunidades apostólicas son los Paulistas, los Jesuitas, los Vicentinos, las Hermanas de la Misericordia, las Hermanas de la Caridad, las Hermanas de San José, los Dominicos, los Hermanos Cristianos, los Hermanos Alexianos, los Sacerdotes del Sagrado Corazón, la Congregación de la Santa Cruz, las Hermanas de la Providencia, las Hermanas de la Presentación, los Maristas y los Marianistas.

La vida misionera

El cuarto grupo principal de vida consagrada son los institutos religiosos misioneros. Estos institutos están comprometidos con la proclamación del Evangelio, siguiendo estrictamente el mandato de Jesús: “Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15). En consonancia con su vocación de evangelización, los misioneros y misioneras suelen dedicar su vida a proyectos humanitarios en diferentes países, zonas marginadas o entre personas no evangelizadas, respetando la diversidad de culturas, razas y tradiciones de fe. La vocación misionera puede implicar la toma de riesgos, a veces proclamando el evangelio en entornos difíciles.

Algunos ejemplos de institutos misioneros son los Misioneros del Verbo Divino, los Maryknolls, los Espiritanos, los Misioneros de la Preciosa Sangre, las Misioneras de la Caridad, los Combonianos y los Columbanos.

Me he centrado aquí en cuatro tipos principales de vida consagrada—monástica, contemplativa, apostólica y misionera—pero es útil saber que algunos grupos son un híbrido de dos o más de estos tipos. La comunidad a la que pertenezco, Hermanas Siervas del Santísimo Sacramento, no es precisamente ninguno de estos cuatro tipos, sino más bien una mezcla de contemplativa y apostólica.

Mientras te informas sobre estas diferentes formas de vida consagrada, recuerda que el Señor nos llama a cada uno por su nombre. Te invito a buscar la forma de vida que mejor hable a tu corazón y a tus talentos. ¡No tengas miedo de entregarlo todo al Señor! Y recuerda que Dios no llama a quienes están calificados, sino que Dios da cualidades a los que son llamados.

Una versión previa de este artículo apareció como presentación de la serie de webinars de NRVC “La vida religiosa hoy: ¡Conócela! ¡Ámala! ¡Vívela!” Encuentra más información sobre la serie aquí: nrvc.net/webinars.

Artículo relacionado: VocationNetwork.org, “Nueve cosas que la vida religiosa tiene para ofrecer.”

Hermana Katia Chávez, S.J.S.
La Hermana Katia Chávez, S.J.S. pertenece a las Hermanas Siervas del Santísimo Sacramento. Ejerce su ministerio en una parroquia de Bonita, California, y forma parte del equipo vocacional de su comunidad. 

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